jueves, 26 de mayo de 2022

Profecía

 "Y me bendijo a mi mare;

y me bendijo a mi mare.

Diez céntimos le di a un pobre

y me bendijo a mi mare.

¡Ay! qué limosna tan chiquita,

qué recompensa tan grande.

¡Qué limosna tan chiquita,

qué recompensa tan grande!"


¿A dónde vas tan deprisa

sin decirme ni ¡con Dió!?

Me puedes mirá de frente,

que estoy enterao de tó.


Me lo dijeron ayer

las lenguas de doble filo,

que te casaste hace un mes...

Y me quedé tan tranquilo.

Otro cualquiera, en mi caso,

se hubiera echado a llorar;

yo, cruzándome de brazos,

dije que me daba igual.

Nada de pegarme un tiro,

ni de enredarme a maldiciones,

ni de apedrear con suspiros

los vidrios de tus balcones.

¿Que te has casado? ¡Buena suerte!

Vive cien años contenta

y a la hora de la muerte

Dios no te lo tenga en cuenta.

Que si al pie de los altares

mi nombre se te borró,

por la gloria de mi madre

que no te guardo rencor.

Porque sin ser tu marido

ni tu novio, ni tu amante,

yo soy quien más te ha querido:

¡con eso tengo bastante!


- ¿Qué tiene el niño, Malena?

Anda como trastornado;

le encuentro cara de pena

y el colorcillo quebrao.

Y ya no juega a la tropa,

ni tira piedras al río,

ni se destroza la ropa

subiéndose a coger nidos.

¿No te parece a ti extraño?

¿No es una cosa muy rara

que un chaval con doce años

lleve tan triste la cara?

Mira que soy perro viejo,

y estás demasiado tranquila.

¿Quieres que te dé un consejo?

Vigila, mujer, vigila...


Y fueron dos centinelas

los ojillos de mi madre.

- Cuando sale de la escuela

se va pa los olivares.

- ¿Y qué busca allí?

- Una niña:

tendrá el mismo tiempo que él.

José Miguel no le riñas,

que está empezando a querer.

Mi padre encendió un pitillo,

se enteró bien de tu nombre,

y te compró unos zarcillos,

y a mí, un pantalón de hombre.


Yo no te dije "te adoro",

pero amarré a tu balcón

mi lazo de seda y oro

de primera comunión.

Y tú, fina y orgullosa,

me ofreciste en recompensa

dos cintas color de rosa

que engalanaban tus trenzas.

- Voy a misa con mis primos.

- Bueno; te veré en la ermita.

¡Y qué serios nos pusimos

al darnos agua bendita!

Mas, luego, en el campanario,

cuando rompimos a hablar:

dice mi tía Rosario

que la cigüeña es sagrá...


Y el colorín y la fuente,

y las flores, y el rocío,

y aquel torito valiente

que está bebiendo en el río.

Y el bronce de esta campana,

y el romero de los montes,

y aquella raya lejana

que le llaman horizonte.

¡Todo es sagrao! Tierra y cielo,

porque too lo hizo Dios.

- ¿Qué te gusta más?

- Tu pelo.

¡Qué bonito le salió!

Pues, y tu boca, y tus brazos,

y tus manos redonditas,

y tus pies, fingiendo el paso

de las palomas zuritas.

Con la blancura de un copo

de nieve te comparé.

Te revestí de piropos

de la cabeza a los pies.

A la vuelta te hice un ramo

de pitiminí precioso,

y luego nos retratamos

en el agüita del pozo.

Y hablando de estas pamplinas

que inventan las criaturas,

llegamos hasta la esquina

cogidos de la cintura.

Yo te pregunté:

- ¿En qué piensas?

Tú dijiste:

- En darte un beso.

Y yo sentí una vergüenza

que me caló hasta los huesos.

De noche, muertos de luna,

nos vimos en la ventana.

- Mi hermanito está en la cuna;

le estoy cantando la nana.

"Quítate de la esquina,

chiquito loco,

que mi padre no te quiere

ni yo tampoco".

Y mientras que tú cantabas,

yo inocente, me pensé

que la nana nos casaba

como a marido y mujer.

¡Pamplinas, figuraciones

que se inventan los chavales!

Después la vida se impone:

tanto tienes, tanto vales...

Por eso yo, al enterarme

que estabas un mes casá,

no dije que iba a matarme

sino... ¡que me daba igual!

Mas, como es rico tu dueño,

te brindo esta profecía;

tú, cada noche, entre sueños,

soñarás que me querías,

y recordarás la tarde

que tu boca me besó

y te llamarás ¡cobarde!

como te lo llamo yo.

Y verás, sueña, que sueña,

que me morí siendo chico

y se llevó una cigüeña

mi corazón en el pico...

Pensarás: No es cierto nada;

yo sé que lo estoy soñando.

Pero allá a la madrugada

te despertarás llorando

por el que no es tu marío

ni tu novio, ni tu amante,

sino... ¡el que más te ha querío!

¡Con eso tienes bastante!

Rafael de León

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