martes, 7 de marzo de 2023

Cuento negro para una negra noche

¿VERDAD QUE la noche está negra esta noche? Les gustaría andar corriendo y jugando por ahí, pero está demasiado oscuro. La fuerza de la tormenta, hizo que la luz se fuera y esta noche la gente tendrá que alumbrarse con lámpanos de petróleo como antes, y ustedes niños se quedarán aquí sentaditos conmigo. ¿Anda el mal por aquí esta noche, Pá? Mi niño pequeño pregunta: ¿está el mal aquí?; quiere saberlo. Bueno, estamos cambiando rápido, igual que toda África, pero no podemos desechar el mal. Ahora tenemos mucho progreso, mucha medicina nueva, muchos autos nuevos, y también corriente eléctrica, que se fue esta noche porque no puede ser como Dios. . Y dicen ahora que la viruela se fue para siempre. Ya no hay viruela en el mundo entero; los niños pequeños como tú ya no tienen que ir a que los vacunen, eso dicen. Ya veremos. Hay que esperar. Ya veremos. Este pequeño quiere saber cómo es el mal. Les voy a contar todo acerca del mal. Y también les voy a contar del bien. Es cosa del corazón. Es la gente y lo que la gente hace. Eso es el bien y el mal, y es la pura verdad. Llegó en una negra noche, negra como ésta, y trajo su mal a nuestra casa Yo entonces era un niño, como éste, en verdad. Pero aquí las cosas eran diferentes en aquellos tiempos. Kakata era una aldea pequeñita, y esta misma casa estaba rodeada de selva, porque el pueblo no había llegado hasta acá a juntarse con nosotros. Ahora, con el camino de brea, parecería que somos parte de Kakata, pero en aquel tiempo había que caminar varias leguas por IDl sendero malo para llegar al pueblo. Y todo lo que rodeaba a esta casa estaba tal como Dios lo puso en el mundo. Mi pá cort610s árboles y abrió en la maleza un círculo y limpió de yerbas la tierra roja, para que no se acercaran las víboras. En medio de ese círculo estaba nuestra casita, bien solitaria El día cuya noche Maima Kiawú nos vino a traer su mal, estaba yo afuera, sentado junto al fogón, viendo el día acabarse. A mi lado estaban mi Má, dándole el pecho a mi hermanita Meatta, y Má Grande, solitos los cuatro nada más. Pá ya había muerto entonces, porque en la estación seca lo mordió una víbora a la que llaman la "Vieja Dos Pasos". Pá sólo pudo caminar dos pasos después de que lo mordió. Volviendo a aquella noche, terminamos de cenar cuando de pronto Má Grande me tomó del brazo, y me susurró: -¡Momo, quédate aquí! ¡El leopardo acecha! Nunca supe cómo Má Grande podía saber esas cosas. Estaba ciega Pero aun así podía ver, sin sus ojos, lo que yo no podía ver con los míos. Esa noche yo sí vi. Ahí donde empezaba la maleza, estaba el leopardo, mirándome con sus ojos amarillos y pálidos como la llama de esa lámpara, que se está apagando. Má se quedó como piedra, con Meatta en brazos. Y el leopardo inmóvil: una estatua tallada en madera. Yo, con el corazón en la boca, masticándolo. Los dedos huesudos de Má Grande se me enterraban en el brazo. Mientras lo mirábamos, el leopardo alzó al cielo su cabeza de gato y pegó un grito tan largo y tan fuerte, que se me heló la sangre en las venas. Luego, sin un solo ruido, se deslizó entre los árboles como sombra en el aire, y desapareció. La selva vacía y negra estaba otra vez ahí, mirándome. Los pájaros, en lo alto, dejaron de cantar. ¡Eh, pequeño! ¿Te acuerdas de aquella vez que comimos carne de mono? ¡Qué rica! Fue hace ya mucho tiempo, ¿verdad? Sí, los pájaros se fueron de aquí porque también se fueron los árboles altos. Sólo quedaron los matorrales. Creo que a los pájaros no les gusta posarse en filas. También puede ser que los asuste el ruido de los autos y camiones que pasan tan cerca de aquí, sobre el camino de asfalto. Maldito sea el asfalto. Pero alguna vez el único ruido que hubo aquí era el canto de los pájaros, el chillido de los monos, y a veces el leopardo rugiendo a lo lejos y el viento en las ramas altas de los árboles. Por eso es que aquella noche me asustó oír la selva llena de silencio. La noche se hacía oscura. Los árboles a nuestro derredor eran tan altos que no dejaban pasar lo que quedaba de luz del sol, y se acercaba una oscuridad sin luna. Volví los ojos hacia Má, y hacia Má Grande, y vi. que ellas también tenían miedo porque el leopardo lloró frente a nuestra casa. Meatta, también, dejó el Má Grande decía que, donde ella vivía antes, en la costa, vio muchas veces cómo Mamá Agua aparecía para llevarse a los niños, hasta de las mismas espaldas de sus madres. Seguíamos sentados ahí, mientras el fuego se iba muriendo. Rápidamente las sombras crecieron oscuras y largas. Muy pronto estaba ya ahí una negra, negra noche, y aunque hubiera habido ahí un hombre blanco, no -_ lo hubiéramos podido distinguir. -Má -{fije. Y mi voz se hizo débil dentro de mí-o Má, vamos ya a casa. -Sí, Momo, está bien. La voz de mi Má siempre sonó cálida y dulce a mis oídos. Corrí a la casa, me siguió Má con Meatta en brazos y detrás Má Grande, quien cerró y atrancó la puerta y fue a cada ventana a cerrar y atrancar los postigos para que no entraran los espíritus de la noche. ¡Frus, frus! Esa era Má dándose vuelta sobre su estera. ¡Frus, frus! Ahora era Má Grande. ¡Urp! Esa era Meatta con sus ruiditos de bebé. Y de pronto: ... ¡Toc! ¡Toe! ¡Toc! Era la primera vez en mi vida que oía eso. ¡Alguien tocaba en la noche a nuestra puerta solitaria! Una mano fría me cogió el corazón, ¿sabes? Y apretó el puño. ¿Por qué alguien andaría allá afuera con ese espíritu oscuro rondando por ahí? Quien fuera que estuviera allí andaba en pies de felino, y lo había traído el Leopardo para traer malas nuevas. + DESI QUE hubiera luz. Que tuviéramos una lámpara de petróleo como la tía allá en el pueblo. Muchas veces se lo había yo pedido a Má, pero siempre decía que era demasiado cara, y que tendríamos que acarrear todo el tiempo el petróleo desde el pueblo, y la distancia era grande, y ahora ya no había en casa un hombre que lo hiciera. Además, decía, no la necesitábamos, porque ya nadie leía en nuestro hogar desde que ella había guardado su Biblia, después de la muerte de Pá. A Má Grande no le gustaba que Má leyera. A Má Grande no le gustaba ningún tipo de libro, pero en particular le disgustaba ese libro. Lo llamaba medicina del mal, y hasta el día en que murió, escupió cuando la tía trató de leerle algún pasaje. Pero yo extrañaba los tiempos en que Má leía. \Una vez le pregunté por qué lo había dejado, y dijo que porque sólo confundía a la gente. Entonces habló de Monrpvia• y de cambios en la ciudad, y de confusión, igual que yo les hablo ahora de Kakata. África está confundida, y eso es por culpa de los libros. *Monrovia: Capital de Liberia, país del África occidental. (T.) Pero siempre decía que no, hasta que mi suplica acabó con su paciencia... Y además, con tanta insistencia también de los de la misión, consintió. Y al fin pude aprender a leer, ¡Sí, señor! Y empezamos a comprar el petróleo que yo cargaba, para tener luz, leer. Y ahora, al fin, tenemos corriente eléctrica en la casa. ¿Yeso qué? Tal vez consiga dinero y compre un refrigerador, para que este pequeño ponga su tiendita y venda refrescos fríos. ¿No te gustaría eso? _ Pero aquella negra noche fue antes de que supiera de libros, y antes de que tuviéramos petróleo, cuando las cosas eran como eran antes y no como son ahora. En sellos tiempos, Cuando la noche llegaba a esta casa, no intentábamos detenerla. ¡Toe, toe, (i.e.! Oí cómo Má se Levantaba en la oscuridad y buscaba su camino hacia la puerta. Sus pies me rozaron al pasar, y alargué el brazo -demasiada tarde- para detenerla. Má Grande le advirtió, rápido y en voz baja, -¡Hawah, espera! Má ya estaba en la puerta, pero no la abrió. -¿Quién está ahí? -preguntó. -Maima Kiawú era la voz de una mujer joven, un sonido dulce. -¿Quién eres, Maima Kiawú, y qué quieres? -Estoy cansada -respondió la mujer-o Venimos desde Moorovia, y Vamos de camino hasta Golata. El bebé está cansado y me pesa, y el sendero está demasiado oscuro para seguir caminando. -¿Quién está ahí contigo? -Sólo estamos, yo, mi Má, Y mi bebé. Má Grande volvió a hablar en voz baja, a Má: -¿Por qué no durmieron en Kakata, Hawah? ¿Qué hacen en el camino en medio de la noche, caminando con el diablo? -¿Por qué salieron de Kakata, si vieron que iba a llegar la noche? -dijo Má. -¿Qué problema? ¿Y cómo pudieron ver nuestra casa desde la otra orilla del río? ¿No es noche sin luna esta noche? No las dejes entrar. -Se lo suplico -{1ijo la voz joven de mujer. Se oyó la voz de vieja seca: -Se lo suplico, por favor -No, Hawah, que sigan su camino. -Pero está lejos, Má, y está muy negro. -No, Hawah, no lo hagas. Nos traerán problemas. Luego hubo un largo silencio mientras Má cavilaba Poco a poco fue llenando el silencio el sonido de la bebé: primero un gemido, luego lloriqueo, luego un llanto agudo, que cortó el sueño de Meatta como un cuchillo, y la hizo despertar en esta noche. Yo pensé: -¡Esa bebé está enferma, huy! -Má, Má -Meatta repetía en voz baja sus únicas palabras. Má se acercó a Meatta, la arrulló, y puso su mano en mi hombro para que me sintiera otra vez tranquilo. Allá afuera, lamujer le hablaba en voz baja a su bebé, pero seguía llorando. -Se lo suplico. La bebé está muy cansada Sólo queremos pasar esta noche -aquí. No podemos dormir afuera, por los espíritus. No somos ladrones. Créanos, por favor. Má fue de nuevo hacia la puerta. -¿Sólo son ustedes tres? . -Sí, ya te lo dije Má quitó la tranca de la puerta. Temblé, esperando oír pasos precipitados, y esperando que unas manos desconocidas me atraparan. Pero solamente oí el ruido de gente que entraba en calma -Gracias, gracias- Y sólo sentí, el aire fresco que entraba en la casa donde estaba encerrado todo el calor del día. Luego Má volvió a atrancar la puerta, y el aire caliente de nuevo se cerró sobre mí. -Gracias, gracias. -¿Tienen hambre? -dijo Má Grande, y se levantó. ¡Estaba enojada, uy! -Sí -dijo Maima sawú-: pero no se moleste, traemos comida. -Les prenderé el fogón -dijo Má Grande, y caminó hacia la puerta. -No -dijo Maima Kiawú-. La comida todavía está caliente. -¿Caliente? -preguntó Má Grande con desconfianza -Sí, la cocinamos en Kakata. Má Grande saltó con esa respuesta. -¿Salieron de Kakata con comida recién preparada? ¿Y con la noche tan cerca? ¿Y con los espíriblS andando por ahí? ¿Por qué? -Es que ... nosotras ... -Dale de comer a la bebé -ordenó la voz vieja y muerta que sonó como una vara seca al quebrarse. Luego le dijo a Má Grande, con sonido de azúcar, de azúcar venenosa: -El hombre dijo que caminando a buen paso podríamos llegar a Golata antes de la noche. Por eso envolvimos la comida y salimos sin comer. -¿Qué hombre? Les dijo mentiras. -Tal parece . -Má, ¿por qué no les traes unas esteras para que duerman? -dijo mi Má, tranquila como el jefe que habla de paz. Y momentos después, Má Grande fue, a regañadientes, a hacer lo que le decía. Mientras comían, Má les dijo: -Tuvieron suerte de encontramos. La noche es peligrosa en la selva, con tantos leopardos por ahí. -La noche es peligrosa en toda África -masculló Má Grande- ... con tanto ladrón y mala gente por ahí. --Pero nrrotras somos de fiar, JX)rque somos cristianas -dijo la vieja--. Por eso les damos gracias y las bendecimos. -¡Hum! -fue la respuesta de Má Grande. Terminaron de comer y todos nos acomodamos para dormir. Pero el sueño no me encontraba En esa casita casi dormíamos unos sobre otros, y pude oler el sudor del día en sus cuerpos, yeso me mantenía despierto. Y también el ruido que hada la bebé, como tos de brujería Largos minutos pasaron. Al fin, Má Grande empezó a roncar. Otros minutos, y la respiración de Má se volvió larga y pesada Dormían, y yo tenía miedo. De las mujeres extrañas sólo se oía el silencio. De pronto: Fros, ftus. Las extrañas se movían. Se acercaron. Tsss, tsss tsss. Susurros de Maima Kiawú. Tsss, tsss, tsss, contestó el susmro seco de la vieja, y sólo pude oír las palabras: " ... antes de que raye el sol..." Luego calló el susurro. Ahí estaba yo, acostado, acunucado, escuchando, con los ojos cerrados en la oscuridad. Cuando los volví a abrir, ya había amanecido. MÁ y MÁ GRANDE Y Meatta seguían durmiendo en sus esteras, pero algo, en esta mañana, era diferente, y me llevó un momento saber qué. Con puerta y ventana cerradas la mañana era allí dentro casi tan oscura como la noche, pero esta mañana había una luz pálida. Me volví y vi la puerta abierta, por la que se mostraba un cielo gris de amanecer. El sol iba a salir pronto. Las mujeres se habían ido. Vi algo oscuro en un rincón, y caminé a gatas hasta ahí, rozando a Meatta al pasar, con lo que despertó. Me di cuenta de que lo que estaba ahí era la bebé extraña -UIp, ulp -Meatta empezó a hacer sus ruiditos, así que la llevé cerca de la bebé extraña y las acosté una junto la otra para que jugaran, se callaran y dejaran dormir a Má y a Má Grande. Cuando Meatta vio a la bebé extraña, se calló y miró con grandes ojos a esa cosa. Era la primera vez que veía a un bebé tan de cerca, aunque había visto mujeres con sus bebés a cuestas en el camino hacia Kakata, y aunque ya se había mirado en el pequeño espejo que Má tenía colgado de la pared. Ahora reía, y alargaba el brazo para tocar a la niña extraña, como los niños tratan de atrapar las mariposas que huyen de ellos en el camino. Pero la bebé extraña no estaba contenta, y se puso a llorar de nuevo. Oí suspirar a Má Grande, con el mismo suspiro de cada. mañana antes de empezar el día, y me pregunté cómo sería estar viejo y suspirar cada mañana Luego Má se volteó y sus ojos se abrieron y me miraron. -Buenos días, Momo. -Buenos días, Má. -¿Dónde están las mujeres? -No sé. -¿No dijeron adónde iban? -Ya no estaban cuando desperté. -¡Hum! -{1ijo Má Grande. Y se dio otra vuelta y se levant&-o ¿No podían dar las gracias? -Vana volver y porque dejaron aquí a la bebé. Má se levantó, estirándose, y caminó hasta la puerta. Miró afuera -No están en el río. ¿Dónde habrán ido? -¿A Golata? -sugerí yo. -¿Sin la bebé? ¡Hum! Má Grande gruñó, tomó su estera y la enrolló. Luego salió a revivir el fuego que dormía debajo de las cenizas. -Momo, trae agua para el arroz. Llevé el cubo al río y lo llené de agua, esa agua de aquí que salía tan dulce en las frescas mañanas de la época de secas, al despertar al cabo de la noche. Sí, aunque no lo puedan creer, hubo un tiempo en que bebíamos el agua de este río. No, ustedes ya no la beben, porque hay demasiada gente, y muchos usan el río como desagüe. Y ahora los mandingos han llegado también, a cavar el río para buscar diamantes, y a llenarlo de lodo. No son mala gente, los mandingos, pero son viajeros. No viven aquí, yno les importa el lugar a muchos de ellos. De tiempo en tiempo se oye a nuestros buenos cristianos injuriarlos y llamarlos paganos, -- porque son musulmanes: y tienen creencias algo diferentes. Pero, ¿qué se puede pensar de buenos cristianos como éstos? Para volver a mi historia, llevé el cubo de agua dulce del río a Má Grande hasta el fogón. Oía la bebé extraña dentro de la casa, acostada junto a Meatta, llorar y llorar y llorar. Y como si el llanto fuera una enfermedad, Meatta también la cogió, y se echó a llorar. Entonces la bebé extraña empezó como a atragantarse. -¡Qué pareja, para tan temprano! -{1ijo Má saliendo de la casa-. Son bonitas, eso sí, ¡pero cuando quieren cómo gritan! Má Grande, que estaba lavando el arroz, le contestó: Más vale que esas mujeres vengan pronto. La bebé tiene hambre. Má rió y dijo: -y yo no tengo bastante leche en estos pechos para dos bebés así de grandes. Má tenía pechos grandes, que colgaban hasta su ombligo. Recuerdo que yo pensaba que ahí debía haber suficiente leche como para diez gordos bebés. -Momo -dijo Má Grande-, ve a ver cuánto arroz hay en la olla de las mujeres. Lo pondré a calentar aquí para cuando vuelvan. Entré a la casa y busqué en donde habían donnido las mujeres, pero no había nada. -La olla no está aquí. -¿No está? -No hay nada aquí. Silencio. Volví a salir, y vi a Má dar media vuelta y regresar desde el río, donde iba a darse un baño. Su cara estaba toda tensa. Miré a Má Grande. Su rostro también estaba tenso, vuelto hacia arriba. -¿Nada? ¿estás seguro? -Sólo la bebé -dije, mientras ponía en su lugar un leño que había caído del fuego. ¿Por qué Máestaba tan seria de pronto? ¿Y por qué Má Grande se había quedado inmóvil junto al fuego, mientras la leña se salía por todos lados? -Dejaron solamente a la bebé. Má Grande olió el aire. Miró hacia la casa. Sus ojos siempre estaban cerrados por la ceguera, nada más se veían dos ranuras rojas entre sus párpados, pero ahora era como si estuviera espiando algo. Lentamente, como si midiera cada palabra, dijo: -Hawah, ¿qué tiene esa bebé? Má salió corriendo hacia la casa como una piedra de la honda Regresó con la bebé extraña, alzándola a la luz del sol, para veda mejor; ella lloraba desesperada y agitaba los brazos. Yo no entendía lo que estaba pasando, pero supuse, por los ojos de Má mientras examinaba a la bebé, y por la expresión del rostro de Má Grande en cuclillas junto al fuego, que era algo malo. De pronto, Má se quedó sin aliento, y su cara se torció. Yo me acerqué para ver qué había visto, pero ella alejó bruscamente a la bebé. -¡No te acerques, es viruela! largo y fuerte, y golpeando el suelo, mientras la selva alrededor y el sol naciente la miraban, inmóviles. Má, de pie, quedó como de piedra, y hasta la bebé extraña se quedó callada en sus brazos, mirando. -¡Dámela! -gritó Má Grande como el leopardo en la ooche-. ¡Dámela! La dejaré en la selva para que se la coman los leopardos. O la llevaré río abajo muy lejos y se la entregaré a Mamá Agua. Pero Má miró a la bebé, que ahora golpeaba con su manita sus grandes pechos, buscando el pezón y la leche, y dijo, temblando como si tuviera paludismo: -No. -¿Qué? -No. Cayó el silencio sobre ella. El viento sopló a nuestro alrededor, levantando el polvo y haciendo gotear ruidosamente el rocío de los árboles. Finalmente Má Grande, llena de dureza y frialdad, preguntó: -¿Por qué? ¿Qué piensas hacer de ella? -No lo sé. -Entonces, dámela -le gritó esta vez Má Grande, al tiempo que trataba de apoderarse de la bebé-o ¡ Yo sí sé qué hacer con ella, y tú también deberías saberlo! -No podemos abandonarla y dejarla morir. -Entonces la mataremos, y le haremos una caridad. -¡ No! Má, protegiendo a la niña con su cuerpo para que Má Grande no la alcanzara. -¿Estás loca? ¿No sabes lo que es la viruela? ¿No te lo he repetido bastante? De pronto, se volvió hacia mí y me cogió por los hombros, y otra vez me preguntécómo me podía encontrar en su ceguera. Era la primera vez que veía su rostro tan de cerca, y me pareció que nunca antes lo había visto, porque descubrí toda su fealdad y deterioro. -Escúchame, Momo, y dile a tu Má lo que te voy a explicar. ¿Ves estos ojos ciegos? Alguna vez estuvieron sanos como los tuyos, pero la viruela llegó y los plagó, y los vació del agua que había dentro de ellos. ¿ Ves esta cacaraña en todo mi cuerpo yen mi cara? Fue la viruela la que los llenó de agujeros. Estaba cubierta de llagas que me ardían y me picaban y me comían todo el cuerpo, cada centímetro de mi piel. ¡Eso era la viruela! Luego se voly!ó de nuevo hacia Má: -¿Estás loca? ¡Es la viruela! -¡Pronto! Má-. Llévate de aquí a Momo y a Meatta, y llévalos- al pueblo con Musu. -¿Y tú qué harás? -Yo me quedo aquí con esta bebé. -¡Qué! Miré a Má Grande, esa mujer fuerte que estaba ahí, frente a Má Su pelo gris y reseco, sin peinar, que le rodeaba la cara huesuda, se veía como lana de borrego cruda. Los músculos detrás de sus párpados se movían como puños, corno si estuviera tratando de ver otra vez. -¿Por qué? -repitió al fm. Volteé ahora a mirar a Má Y les juro mis niños, que todavía esta noche en que estamos aquí juntos, no se me ha borrado su imagen de la mente. Demasiado hermosa Ahí estaba, recta, fuerte, la cabeza en alto y el bebé en su pecho. Junto a ella, toda África parecía pequeña -Má -dijo-, nunca podrás saberlo. Nunca conociste el libro. -¡El libro! -Má Grande escupió. -Sí, deSQréciame. Pá me mandó a la escuela Tú también. ¿ Qué pensaban que haría allí? Leí, Y aprendí. Me hicieron diferente. Soy diferente. Diferente de ti, de Pá. Ya no sé qué está bien y qué está mal. Sólo sé que no puedo matar a esta bebé. ---------- -¡Mátala antes de que te mate a ti! -No puedo. -¿Y si fuera una víbora? -Pero es una bebé. Sólo una bebé, tan pequeña y tan pobre, y sin culpa -= Trae la muerte, igual que la víbora -¿Crees que podría matar a Meatta, o a Momo? -Si guardas a esa bebé, los matarás a ellos. El silencio volvió a caer sobre nosotros, como una roca. El bebé extraño seguía jalando y golpeando el pecho de Má Má Grande se veía tan vieja como la tierra. Sacudió la cabeza, luego se volvió hacia los árboles y el río, y dijo: -No entiendo nada -Sí, lo sé -esas tres palabras cayeron de Má como algodón flotando en el aire. El río empezó a correr más rápido y los pájaros cantaron más fuerte. Finalmente, Má se volvió hacia mí, y dijo-: Momo, ¡rápido!, ve a juntar la ropa tuya y de Meatta Vana ir con Má Grande a quedarse con la tía en Kakata.¡ Apúrrate! Tras toda esta confusión de $fitos y silencio-, al fm algo se me hizo claro. .!ha a ir al pueblo. Hacía mucho que no iba yo allá, así que me puse muy contento porque vería otra vez a mis amigos. Corrí a empacar, y pronto estuve de nuevo afuera, PQ[que no había gran cosa que llevarse.Má Grande se quedó sentada sobre una piedra de moler, con el rostro vuelto hacia el río, y Má de pie, mirándola _ y arrullando a la bebé extraña contra su pecho. Má GQlI1de dijo llanamente: -J,Cómo voy a volver del pueblo? -Puedes quedarte allá. Yo me las arreglaré sola Pídele a Musu que traiga a Momo y a Meatta todos los días hasta la otra orilla del río, y podremos platicar de un lado a otro. Cuando este bebé vuelva a estar sano, podrán volver a casa todos otra vez. -¿Ya ti quién te va a cuidar cuando te dé la viruela? Má no respondió. -No, Hawah. Musu puede traerme de regreso. Yo me ocuparé de ti. La viruela ya acabó su trabajo conmigo, ya no me hará nada. Momo, dame tu mano, ahora vámonos. Mientras guiaba a Má Grande para cruzar el puente colgante, me volví para ver a Má, pero no pudo verme, porque tenía el rostro cubierto con la mano, y estaba llorando, con el bebé todavía en brazos. --Camina -me dijo Má Grande-. El día no es tan largo como una semana. DURANIE LA JORNADA hasta el pueblo, yo cuidaba a Má Grande,y ella me cuidaba a mí, y ambos cuidábamos a Meatta Apenas Má Grande hubo cruzado el no, el enojo de su corazón se acabó. Ahora contaba historias, algunas viejas, otras de risa, y cantaba canciones que conocía desde que era niña. De pronto, se detenía y decía: -¿Huelen ese perfume? Busquen una enredadera que crece en las hierbas bajas, con grandes flores blancas entre sus hojas. También se ponía a escuchar el canto de los párjaros, y extendía la mano hacia donde estaba el pájajro, diciendo: ..:-¿ Ven a ese pájaro con el cuerpo azul y amarirllo y el pico rojo? Canta así: "tiii-uiuiit -sus ojos eran apenas dos ranuras rojas, pero su memoria era su visrta ando llegamos a las afueras de la ciudad, obnos a la tía Musu, pero no Cu alcanzar a ver aÚll. Había aprendido el libro desde chica, y ahora era la podíamos . . rtante . . portante en el pueblo y como muchas otras mUjeres Impo s, una mujer trn , . 'ado gorda . Y con una voz muy fuerte, que Silo sena! erademasl I Les decía a dos niños cómo cortar la yerba con machetes. -Corten, corten, corten, giren y corten. Eh, tú, muchacho, ¡Gira! ¡Corta! Cuando nos vio llegar, su boca chiquita se le abrió de par en par, y luego se volvió a cerrar como una almeja, como los niños cuando dicen una mentira y se ponen nerviosos. -Má, ¿qué noticias trae? -Nada bueno, por desgracia -dijo Má Grande, con un suspiro de vieja. -=-¿Dónde está Hawah, Má? ¿Por qué s a Meatta y a Momo y no está Hawah? sEspera un momento. Déjame sentarme. Má Grande alargó el brazo, y tía Musu la llevó hasta una silla. -¿Qué cosa te pasa, Musu?, brincoteas como una mosca atrapada en la tela de una araña. -Nada, Má, no me pasa nada. Pero cualquier; hasta un niño chico como yo, podía darse cuenta de que a la tía sgo leJ)asaba.-No paraba de hablar: -¿Dónde está Hawah? ¿Dices que traes malas noticias? Má Grande contó toda la historia. Y su enojo le volvió todo; cuando habló de las mujeres_que habían dsado a sa bebé, siseaba como una serpiente. Y berreaba como vacsnta cuando dijo que Má decidió quedarse con ella. -¿Pero por qué se quedó Hawah con la bebé? -preguntó tía Musu con una voz que temblaba como los huevos gelatinosos que pone la rana, y sus ojos se abrían grandes, como huevos de pata-. ¿Por qué no se deshizo de ella? -Dijo que era por el libro. -No lo entiendo. -¡Pues ya somos dos! Pero eso fue lo que dijo. Musu, ahora debes llevarme de regreso. No quiero dejarla mucho tiempo sola. -¡Pero yo no puedo s allá! -exclamó la tia, y dio un paso hacia atrás--. Quiero decir ... ¡Má, hay cuarentena aquí! Todos en Kakata conocen a esas mujeres. Ayer por la noche las expulsamos del pueblo. Má Grande empezó a levantarse de la silla, pero se sentó de golpe, como si alguien la hubiera empujado hacia atrás. Luego, lentamente, enojada, dijo: -¿Las echaron del pueblo? ¿Hacia donde estábamos nosotros? ¿No vieron qué camino tomaban? ¿Por qué no vino nadie a avisamos? Tía Musu se quedó ahí, muda, balanceando su gordura de un pie a otro. Entonces intervino la mujer del pastor, la señora Gbalí, y tía Musu la miró con aire agradecido. La señora Gbalí era tal vez la mujer de más importancia en todo Kakata en aquellos tiempos. Ella y el reverendo habían estado en Europa y hasta en Estados Unidos, y el mismo presidente los había invitado a cenar en su residencia. -Sólo queríamos deshacemos de ellas ... -le dijo a Má Grande, con esas hermosas palabras con que hablaba, ¿saben? - ... que se fueran del pueblo. No pensamos a dónde irían después de eso. Tía Musu miró con aire de súplica a Má Grande. Pero ella, claro está, no podía verla. -Llévame a casa, Musu. -Pero es que ... ¡si voy allá, no me dejarán regresar al pueblo! ¡La granja está en cuarentena ahora! -Solamente llévame hasta el río secamente Má Grande, gruñendo como un perro que defiende su came. -Me puedes dejar allí. Hawah se quedará del otro lado; tú podrás irte Y Hawah vendrá a buscarme; tú no llegarás hasta la viruela; no vas a romper la cuarentena. ¿No le parece bien así señora don reverendo Gbalí? La señora Gbalí demostró lo poco que le gustaba que la llamaran de esta manera, pero por respeto a su edad, le respondió: -Sí, Má Grande, si Musu se queda de este lado y Hawah del otro, todos estaremos seguros. El rostro de tía Musu se llenó de infelicidad. Pero al fm, aceptó acompa- ñarla. Má Grande me llamó: -¡Momo! En medio de tanta gente, ya no sabía dónde había quedado yo. -Aquí estoy. -Tú y Meatta se van a quedar aquí en el pueblo con su tía Musu. La van a ayudar. Si les dice que tienen que hacer algo, le van a obedecer, y la van a respetar en todo. Luego Má Grande y tía Musu echaron a andar. Nos dejaron a Meatta y a nú en el pueblo. Tía Musu no dejaba de echar miradas hacia atrás. Corrí a buscar a mis amigos de otras veces. Pero cuando los encontré, me entró algo de timidez, porque no los había visto en mucho tiempo. Estaban jugando a la pelota. Al poco rato, ya estaba a punto de jugar con ellos cuando interrumpió el juego una mujer joven, dando traspiés de forma muy cómica. Nos reímos de ella porque nos dimos cuenta de que olía a jugo de caña, y que estaba muy borracha. Unos niños le gritaron, y cuando se volvió, corrieron haciendo gran bulla; todos los demás se rieron más fuerte aún. Entonces cogió una piedra para tirársela a un niño que le hacía la cantaleta y la llamaba "Mamá Jugo de Caña'" pero estaba demasiado borracha como para atinar. Sólo que ahora le había dado una idea a los niños, que le contestaron tirándole piedras pequeñitas y palos pequeñitos, riendo siempre, aunque ya no era cosa de risa. No le fue bien a la mujer por tratar de hacerles frente. Entonces aparecieron las mamás que se acercaron a ver de dónde venía tanto alboroto, y cuando vieron a la mujer empezaron a decide cosas feas, pero sin risas. Una de ellas trajo una escoba de paja y le dio duro con ella en la cabeza y en los hombros. -¡Aléjate de mi niño!, ¡fuera de aquí! -¿No te hemos disho que te vayas lejos de Kakata? La mujer ebria miró a su alrededor asustada, y también confundida, y lue- go salió del pueblo como vino, corriendo y dando traspiés, hacia Golata. Pero con las mujeres tras ella, se levantaba y volvía a echar a correr, de puro de miedo. Los niños habían vuelto a sus juegos; ahora eran luchas. Y yo me uní otra vez a ellos, dejando a Meatta jugar debajo de un naranjo. A poco estaba yo jugando con todas mis ganas, sintiendo de nuevo el calor de la amistad, cuando volvieron las mujeres. Y jalaron a sus hijos del montón de brazos, piernas y cuerpos en que estábamos trenzados, dejándome a mí solito en el suelo. Mientras veía cómo los regañaban: -¿No te he dicho que te alejes de ellos? -¡Tú, sí, tú! -me gritó una mujer-o Toma a tu hermana y regresa a la casa de tu tía. Y no vuelvas a salir de ahí. Así que me llevé a Meatta y me quedé esperando adentro de la casa, perplejo. De pronto el día parecía demasiado largo. Los niños estaban ya jugando otra vez, al "viejo pordiosero" ahora; se divertían, bailaban, tocaban música, y le pedían dinero a los que se detenían a mirarlos. Y yo y Meatta teníamos que quedamos dentro, solos. ¿Por qué? Yo tenía miedo, y pensé que había hecho algo muy malo. Estaba a punto de tomar aMeatta y salir corriendo hacia la granja, cuando de pronto toda esa genrte se dispersó, y tía Musu se separó de ellas y vino hacia mí, meneando la cabeza. -Momo -dijo-, no puedes quedarte aquí. La gente teme que tengas la viruela. Tengo que llevarte de nuevo con Má. ¡Por Dios que estaba yo contento! -j Váyanse ya, ahora mismo! -gritaban las mujeres. Así pues, nos fuimos en ese momento; Yo cargaba a Meatta. Yo tuve que cargarla todo el camino, \ y estaba bien cansado. Aun cuando las mujerres dejaron de seguimos, tía Musu seguía volteando en dirección del pueblo y hablaba sola; tera como los pollos gordos, que cuando se los ahuyenta, no saben para dónrde correr. Ya era cerca del anorchecer cuando llegamoB al río. La tía gritó: -¡Má, Hawah! -Má y Má Grandelle- garon corriendo desde atrás de la casa Má Grande iba cargando a la bebé extraña. Má rió cuando nos vio, y gritó: -¡Momo, Meatta! Pero de pronto se puso seria: -Musu, ¿por qué los trajiste aquí? Tía Musu exclamó: -La gente no quiere que se queden en el pueblo por miedo de que la viruela ya los haya atrapado.JHawah, ¿por qué no dejas a esa bebé? Má dijo algo, pero el sonido de sus palabras no llegó hasta el otro lado. Tía Musu espero un poco, y luego continuó. -Los voy a dejar aquí. Debo inne, o si no me alcanzará la noche en el camino. Vendré mañana, ¿sí? y se fue. Má cruzó el puente colgante con cara de preocupación, y tomó a Meatta de mis brazos. Nunca me dejaba cargar a Meatta por el puente, por miedo a que me cayera con ella. Yo estaba contento de que me la quitaran, porque estaba cansado de cargarla Pero cuando traté de darle la mano a Má, se echó para atrás bruscamente. -¡No, no te me acerques! Nunca antes me había dicho semejantes palabras. -Después de que cruces, tienes que lavarte y lavar a Meatta muy bien. puede que yo esté cubierta de viruela y así fue como empezaron los malos tiempos. .:. ¿Y QUÉ, PEQUEfmO, duermes? ¿Aún no? Tráenos co-cola, ¿sí? La comparrtiremos, y yo seguiré mi historia Aquella noche, Má nos puso a Meatta y a mí debajo de una ventana, y en un medio círculo a nuestro derredor, hizo una gran fogata Fue la primera noche que recuerdo en que dormimos con los postigos abiertos. Má Grande tenía miedo y protestó; decía que seguramente el espíritu entraría y nos atacaría. Má le contestó que era mejor arriesgarse con el espíritu que con la viruela; debíamos dejar la ventana abierta para que el humo saliera, y tener fuego para alejar a la viruela; el espíritu no entraría a donde había tanta luz, y además ella se quedaría despierta toda la noche para que el espíritu no entrara Entonces yo empecé a tener mierdo, y no pude dormir más que a ratos por temor a que el espíritu viniera a buscarme, deslizánrdose en el aire por la ventana abierta, o a que la viruela saltara por encima del fuego para atacann...e. Recuerdo que en lIÚ mente había imágenes de una criatura gritando, parecida a un chango pero con garras y collIÚllos bien afilados, que vendría por mí y por Meatta para escarbamos la cara igual que a Má Grande. Me quedé dorrrúdo en medio de estas visiones. De tiempo en tiempo, cada vez que Má ponía más leña en el fuego, yo despertaba sobresaltado y llorando, pensando que la viruela me había atrapado. Pero entonces Má me sonreía, con su ternura, y yo me volvía a acostar. El fuego ardía con un resplandor fuerte, y el humo hacía que me picaran los ojos. Una ocasión me desperté y vi a Má con la bebé extraña en los brazos, que lloraba, hasta que Má le dio el pecho. Y luego empezó a cantar en voz baja: Así fue como supe por qué todo el mundo le tenía tanto lIÚedO a esta viruela. ¿Cómo luchar contra ella, si no se le puede ver? ¿Qué se puede hacer? Y me volví s dorlIÚf conpás lIÚedo en mí. Al día siguiente, Má nos puso a Meatta y a mí en el río cuando el cielo todavía estaba gris. I -Lava a tu hermana, y usa mucho mucho jabón Debes lavar tu cara y también la suya tres y cuatro veces. Má dejó de rrúrar a Meatta y se volvió hacia mí. Al moverse, su pecho escapó de la boca de Meatta, y lentamente la volvió a acomodar y le acarició la cabeza a Meatta. -Esa bebé no es mala, está enferma. Pero pronto estará bien otra vez, y verás que es buena. -¿Entonces por qué la odia tanto la gente del pueblo? Las echaron de allá a ella y a su má, y ayer también nos echaron a Meatta y a mí. -No quieren enfermarse ellos también. Igual que yo no quiero que tú te enfermes, y por eso hoy vaya construir un nuevo cuarto para ti y para Meatta, para que no estén cerca de la bebé enferma.\Pero cuando vuelva a estar sana, vamos a vivir todos juntos otra vez, y ustedes tendrán una nueva hermanita. Veamos, tenemos que pensar en un nombre para ellª. ¿Por qué no Seatta, hermana de Meatta? -Si la bebé está enferma, ¿por qué no la abandonas, como dicen Má Grande y tía Musu, y nosotros no correremos peligro? _ Má me miró un momento, y luego sus ojos se alzaron hacia Álamo Pá Grande, un árbol que ya era muy viejo cuando Má Grande era tan sólo una niña. Ya no se encuentran esos árboles, a menos que uno se adentre en la selva, pero el álamo africano es el árbol más grande del mundo, más grande incluso que la mansión del presidente. El que les cuento estaba ahí mismo, del otro lado del río. Si veinte hombres se ponían en círculo alrededor del árbol, no llegaban a tomarse de las manos, de tan ancho que era. En su parte más baja, para / poder mantenerse en equilibrio, le salían unas como rodillas, cubiertas por sserños bosques de arbusrtos, que crecían encirma del viejo Álamo Pá Grande igual que crece el musgo encirma del pan. Cuando el viento soplaba entre sus ramas y mecía los helechos, salía de él como un suspiro, igual que el de Má Grande por las mañanasf Y Má suspiró junto con él, y al fm me contestó: -Cuando tú eras un bebé más pequeñito que esta niña, tú también te enfermaste, y yo no te abandoné. Y me alegra no haberlo hecho. ¿No te alegra a ti también? Se escuchó la voz de tía Musu del otro lado del río: -Hawah, ¿qué hay de nuevo? -Nada nuevo, ¡já! -gritó Má, y luego echó a reír. Se reía porque, imagínense, las novedades eran todas demasiado extrañas. Pero así reza el saludo. Volvió a decir: -Hay muchas nuevas, Musu, y todas malas. -Te traje arroz y nueces de palma. Lo dejaré aquí para que lo recojas cuando me vaya. ¿En qué puedo ayudarte? -En nada, Musu. A menos que nos hicieras el favor de traemos comida preparada esta tarde. Voy a estar muy ocupada hoy construyendo un cuartito para que duerman Momo y Meatta por la noche, porque no puedo tenerlos en casa con la bebé enferma. -¡Claro que sí! -exclamó tía Musu, con su rostro y su voz llenos de emoción-o Te traeré comida sin falta, y algo más. Ya verás qué, Y corrió hacia el pueblo, con su gordura rebotando,¡flopiti, flop! Má no pudo mas que reírse ante el espectáculo, con una risa franca y sonora. Y yo también me reía porque era realmente divertido ver a tía Musu así. -¿Por qué te ríes? -Má Grande quería saber. -¡Ay Má, ahora sí te hacen falta tus ojos para ver! -le dijo mi Má, secándose las lágrimas que le había sacado la risa. - ... Es la primera vez que veo a la gorda de Musu correr desde que era niña ¿Verdad que daba risa, eh, Momo? Era como una vaca en una carrera de caballos. ¡ OpiU, op. \ Con esas palabras, Má Grande también se echó a reír. Y la maleza se sacudió de risa, el sonido rebotó en los árboles, y el mundo nos pareció bueno otra vez, y no nos acordamos de la viruela, por ese corto rato. La gente del pueblo fue muy buena ese día. Muchos de ellos llegaron me- nos de una hora después, llevando unos troncos de árboles, y de piussava, y palrmas. Le sacaron punta a los troncos para que los pudiéramos enterrar fácilrmente en el suelo; partieron en dos el piussava sue algunos llaman bamrbú- para sacar largas varas delgadas. Y lo llevaron hasta el río, pero no quisierron cruzar al otro lado, así que Má Grande, Má y yo acarreamos los troncos y las palmas hasta la casa por el puente colgante. Mientras tanto, los hombres hicieron un hoyo en la tierra, lo llenaron de agua e hicieron lodo, que luego pusieron en hojas de plátano para que lo pudiéramos llevar de una orilla a otra. Al [m, se volvieron a sus granjas a trabajar. Trabajaron mucho para nosotros ese día. Si nosotros solos hubiéramos tenido que cortar los troncos, limpiarlos y sacarles punta, e ir a recoger piussava y paja, y preparar lodo, nos hubiera llevado ,muchos días termirnar el cuarto. Ennuestraori rlla, sbién trabajarmos Q..UfO. Enterrábarmos los palos en la tierra de forma que quedaran todos a igual altura, como la altura de mi cuerpo encima de los hombros de Má; los pursimos en un semicírculo pegado a la casa, dejando un espacio para la puerta; luergo entretejimos largas varas de bambú con los troncos que estaban plantados en la tierra, y los amarramos con cuerdas hechas de corteza de árbol. Trajimos más ramas para hacer el techo. Las unimos con el techo de la casa y las entretejimos también con varas de piussava. Con eso quedó listo el esqueleto del cuarto; los huesos de la pared y del techo esperaban la piel de lodo y el cabello de palma. Má decía, con la respiración entrecortada: -Esto es trabajo de hombres. Nosotras no lo sabemos hacer, y seguramenrte se nos va a derrumbar todo. -Cuando muerde la vt1>ora, el hombre muere. Y no tenemos hombre hoy día -dijo Má Grande. -Vamos a descansar -dijo Má-. Pero no mucho, ojalá P9damos terrminar antes de que se pongael sol. Mientras yo descansaba, Má le dio de comer alas bebés, y Má Grande, que nunca podía estar sosiega, hizo varios viajes al río para traer de allí hojas de plátano llenas de lodo. Luego todos volvimos a la tarea. Empezamos por rellenar con lodo la cuadrícula formada por las ramas gruesas y las varas de piussava Nos llevó mucho trabajo y mucho tiempo. Yo trabajaba en la parte de abª-io, porque era chiquito, Má hacía la parte alta, porque era la más alta; y fmalmente Má Grande hacía la parte de en medio. Pensé que se me iba a romperla espalda de cansancio, pero cuando apenas el sol empezaba a ponerse, terminamos, y yo tenía todavía la espalda entera Para pasar la noche sólo aventamos la palma sobre el techo; la acomodaríamos al día siguiente Cuando terminamos, miramos nuestra obra, yen verdad que era fea. Pero la habían construido una mujer que criaba a dos bebés, una abuela ciega, y un pequeñuelo. Yo por mi parte me sentía más que orgulloso y feliz de poder dormir dentro de algo que yo mismo había construido. Todo el día, Má cuidó a las dos bebés, una dentro de la casa, y la otra afuera en la sombra. Las dos lloraban a cada rato, y Má tuvo que darles de comer y lavarse los pechos, y volverles a dar de comer. Para entonces, los grandes nos dimos cuenta de que teníamos hambre también. Má Grande fue a avivar el fuego _en el fogón, con su cansancio a cuestas, y en ese momento oímos ruido en la otra orilla Ahí estaba tía Musu con otras tres mujeres, llevando montones de hojas de plátano. Má Grande le gritó: -Oye, Musu, ¿ganó la carrera la vaca? s¿De qué hablas? -respondió tía Musu con otro grito. Cuando al [m entendió, dejó aparecer una gran sonrisa de dientes blancos. -No, vaca no, solamente una vieja ternera gorda. y se puso a bailar para nosotros. Flopiti-jlop. Luego, junto con sus tres mujeres, tomó rápido el camino de vuelta al pueblo, porque se hacía de noche y no sra hora para andar por la selva. Má cruzó el puente y volvió con las hojas de plátano, que encontró llenas de comida: arroz, pollo hervido, manteca de palma, y verduras. ¡No dejamos nada! .:. CUA1RO, o TAL VEZ cinco días después, Meatta cogió fiebre. Todo el día Má o Má Grande le pasaban un trapo mojado por la piel, exprimiéndolo a veces encima de ella para que el agua fresca corriera por su cuerpo acalorado, y entonces Meatta temblaba y se estremecía y se ponía a llorar Má Grande y Má la cuidaban, pero no me dejaban acercarme. Y aunque Má decía que la bebé extraña, Seatta, estaba me- jorando, tampoco podía ir a jugar con ella todavía Así que iba de aquí para allá, solo. De tiempo en tiempo, la gente venía a preguntar oesde la otra orilla cómo iba todo. Por lo general nos traían algo de comidal Ese día, cuando vino Musu, trarjo leche en polvo para las bebés. -Mandé traerla de Monrovia -gritó-. ¿Córmo está la nueva bebé? -Seatta está mejorando -contestó Má-. Pero ahora Meatta está en- fenna -¡No, no es posible! ¡Dios Mío, Ay Jesús! ¿s viruela? -No lo sé. Puede ser. Má dice que así empieza, con fiebre. -¡Jesús, ten piedad! ¿No habrá algo que la detenga, ahora que la enfermedad está joven aún? -No lo sé. El libro dice nada más que debo poner alcohol en las llagas, que es lo que he estado haciendo con Seatta, echándole jugo de caña. Pero con Meatta no hay llagas aún, sólo fiebre. y siguieron hablando, hasta que fmalmente tía Musu se acordó de mí, y dijo: -¡Momo!, mira lo que te traje -tenía en la mano una pequeña pelota de goma, y la lanzó hacia mí-o Vino desde Monrovia, o sea que es muy fma. Ahora tienes con que jugar y no te acerques a esas bebés. Aquella noche dormí solo, porque se llevaron a Meatta dentro de la casa. No dormí bien. Por momentos el cuarto se ponía tan caluroso que no podía soportar ningún cobertor sobre mi cuefQO, Y de pronto se llenaba de frío y entonces los cobertores no alcanzaban a darme ni un poquito de calof. Toda la noche tuve miedo. Los ruidos se oían demasiado fuertes. Afuera, las ramas que tronaban me cortaban el sueño como un cuchillo. Luego los mosquitos empezarron a cantanne al oído para impedinne dormir, y cuando alguno se posaba en mí, pesaba tanto como un escarabajo, y yo brincaba espantadd. En un momento, al brincar así, me raspé la espalda, y fue tanto el dolor que me puse a llorar y deseé con todas mis fuerzas que llegara el nuevo día Al fm, la última vez que desperté, pude sentir la mañana Me puse de pie pero apenas y me sostenían las piernas, como los árboles de caucho jóvenes que no pueden sostener el peso de sus hojas en la tonnenta y se doblan hasta el piso. Salí del cuarto y caminé hasta la puerta de la casa, dando traspiés como un borracho. -Má ... Má-dije en un susurro. En ese momento círculos negros empezaron a flotar en el fondo de mis ojos, y sentí que me caía No puedo recordar mucho de lo que pasó los días siguientes, pero de alguna manera me parecieron más largos que años, y sin embargo más breves-que segundos: Estuvieron llenos de demonios que me jaloneaban y de Má sentada junto a mí, sonriendo con fuerza y ternura para ahuyentar a los demonios, que a veces se iban por un rato. Finalmente, un día se acabó. Lo recuerdo ... aunque mis ojos estaban cerrados, podía ver la luz sobre ellos que iba y venía y revoloteaba como mariposas de colores que se persiguen entre sí por las brechas en la selva tupida, donde casi no penetra el sol. Con esa luz, los demonios se fueron. Supe, antes de abrir los ojos, que era de mañana y que yo estaba cerca del agua, y la oía correr a mi lado. Al abrir los ojos, vi las ramas de Álamo Pá Grande extendiéndose allá arriba, con tanta fuerza otra vez, y con todos sus helechos y trepadoras meciéndose al viento, dsjando que el sol tocara una y otra vez mi rostro, y luego cubriéndolo de nuevo suavemente como nubes de algodón en un día brillante. -¿Te sientes bien ahora, verdad? Por la voz pensé que era Má Grande la que estaba ami lado, pero cuando volteé me di cuenta de que era Má Se veía igual que siempre, con su sonrisa y sus ojos brillantes. ¿Pero por qué sonaba tan vieja su voz en mis oídos? ) -Estuviste muy, muy enfermo, pero ahora estás bien otra vez. ¿Puedes recordar cuánto tiempo estuviste enfenno? Meneé la cabeza, porque sentía que no podía hacer sonar mi voz con tanta debilidad. -Seis días. Te encontré junto a la puerta y tu piel ardía en fiebre y luego estuviste malo seis días. Ahora debes comer algo Me dio arroz con sopa de hojas de yuca, pero me costaba trabajo comerlo; sólo pude tomar un poquito de leche de lata. Todo el tiempo su voz sonaba cascada como la de una vieja También noté que sus ojos tenían algo raro, como si estuvieran lejos, como si me miraran a través del agua o del cristal, y como si eslllvieran llenos de polvo. Se oyó la voz de tía Musu desde la otra orilla: -Hawah, ¿qué nuevas tenemos hoy? -Buenas noticias el día de hoy. La fiebre de Momo ya cedió. -j Oh, Gracias a Dios! -y tía Musu empezó a llorar -. Gracias, señor, al menos nos dejaste a este niño. Gracias, Jesús Misericordioso. -Sí; éste niño tendrá buena estrella -¡Ay, Hawah, Hawah! ¿Por qué no echaste fuera a esa bebé del demonio desde el primer día? -dijo Musu sin dejar de llorar. -Musu, estoy cansada No me vengas con eso ahora -¿Cómo pudiste traer la enfermedad a tu familia?, ¡y todo por la bebé de una extraña! -Te lo pido. Me siento muy triste ahora. Mañana -¡Pero dime para qué! ¿Para matar a tu bebé?, Y mira ahí a Momo enfermo. -Ya estaban abiertos al mal, Musu. La viruela ya había dormido con ellos una noche. -Pero sólo una noche, eso no era mucho. No creo que la viruela los haya atrapado en sólo una noche. -Eso no lo sabes. Nadie puede ... -Pues no lo creo. -¡Pero no lo puedes sr! Además esa mañana Momo y Meatta, los dos, jugaron con Seatta y había pipí de la bebé por toda la esterilla -Yo no creo ... -¿Cómo me sentiría de dejar a Seatta en la maleza y sacrificarla al leopardo por mi familia, y que luego, de cualquier modo, por esa sola noche la viruela los cogiera? ¿Cómo me sentiría si hubiera matado a esa bebé para nada? -Pero, Hawah, esa bebé no era tuya; no era nada para ti. ¿Cómo pudiste arriesgar a tu propio bebé de esa manera ?Díme, ¿cómo pudiste pensar que hacías algo bueno? Ahora tía Musu suplicaba, coffiQsi necesitara saber, saber para vivir. Má se levantó, y también su voz se alzó, como la creciente, y entonces dijo: -Mira Musu, no lo sé. Me lo he preguntado una y otra vez, y siempre me doy la misma repuesta: no lo sé) -¡Pero tienes ,.que saber! r-¡No lo sé, no ,. lo sé, no lo sé! Má desgarró mi oorazón con sus gritos. Se balanceaba sobre-la orilla del río, como una ___ cobra erguida, cosl cuello inflso-ytenso, escupieI!

Que es la antropología

La antropología es el estudio del hombre en general, se divide en antropología física, social y cultural. La antropología física es el estudio del hombre bajo su aspecto biológico. Las aportaciones de la antropología se basan, en un método privilegiado: • El trabajo de campo de larga duración • La observación participante • La comunicación directa que poseen una interpretación propia del mundo Su epistemología se fundamenta en una historia que es el concepto e hipótesis teóricas, un trabajo de campo nos conduce a reelaborar los conceptos adoptados para hacerlos corresponder a los hechos observados. Los términos antropológicos normalmente son aquellos que utilizan las personas de la calle, no son totalmente técnicos o eruditos… El periodismo gusta de practicar una parodia de la antropología, recurriendo a nociones exóticas de forma irónica para designar una actitud de nuestra propia sociedad. Las fronteras externas de la antropología se diluyen en especial respecto a la sociología. El antropólogo se siente inducido a utilizar los métodos cuantitativos de la sociología y el sociólogo recurre con frecuencia a los métodos cualitativos apreciados por sus colegas antropólogos. Los dos buscan comprender la concepción que construyen los demás. La sociología se a renovado gracias a la etnografía. Algunos antropólogos cambian de terreno, pasan de África a Europa esto para atribuir un sentido a los objetos, las situaciones, los símbolos que les rodean. El hecho social no es considerado como un objeto estable como decían los primeros etnógrafos empeñados en homologar tradiciones, si no como un conjunto de procesos que no cesan de evolucionar bajo la acción del hombre. Etnografía, etnología, antropología: términos como estos pueden llegar a confundir al lector. La etnografía designa la descripción de los usos y costumbres de los pueblos primitivos. La etnología los conocimientos enciclopédicos que podían obtenerse de ella o (el estudio de las sociedades primitivas), la antropología se reservaba al estudio del hombre en sus aspectos somáticos y biológicos. En la década de los 50 por fin, Claude lévi-strauss introdujo a Francia el uso anglosajón del término antropología como el estudio de los seres humanos en todos sus aspectos. En U.S.A. este término desterraba un poco a la etnología, el éxito del estructuralismo, su impacto en las restante ciencias humanas y los vínculos con la antropología, filosofía y sociología, han hecho que en Francia si hoy en día decimos antropología, nos estemos refiriendo a la disciplina que trata la diversidad contemporánea de las culturas humanas.